La historia de amor y desamor en la distancia de Alexandra y Sergi, separados por el océano Atlántico, pero unidos por Internet a lo largo de todo un año, logró alzarse con los premios más destacados de la gala del cine catalán, los VII Premios Gaudí, el galardón cinematográfico más madrugador del año de todo el continente y casi del mundo. De las ocho estatuillas por las que competía esta producción dirigida por el debutante Carlos Marques-Marcet, se impuso en cinco, todas importantes. Aparte de mejor película en lengua no catalana, también se llevó a casa el galardón con forma de chimenea que Gaudí hizo para La Pedrera, el director, los actores protagonistas Natalia Tena y David Verdaguer y otra más Marques-Marcet y Clara Roquet como responsables del mejor guion.
Con todo, 10.000 KM, que ya se había impuesto en el último festival de cine de Málaga llevándose la preciada Biznaga de Oro el año pasado, no era la gran favorita de esta edición de los galardones catalanes. Las más nominadas y que partían como favoritas eran El Niño, el último y trepidante filme de Daniel Monzón sobre el mundo del narcotráfico que había conseguido hasta 15 nominaciones (las mismas que consiguió Pa Negre en 2011) fue al final otra de las vencedoras de la noche al imponerse a sus contrincantes en siete premios.
Fue la película que más galardones consiguió —dirección de producción, actriz y actor secundario, montaje, música original, fotografía y sonido—, pero ninguno de ellos eran de los más significativos. La gran derrotada de la noche fue la inclasificable y original película de Lluís Miñarro Stella cadente, centrada en la figura del efímero rey Amadeo de Saboya en la España de finales del siglo XIX, que aspiraba a 13 figurillas (era la segunda con más nominaciones) y solo se llevó a casa dos, dirección artística y vestuario, dos premios menores.
Pero si duda la gran sorpresa de toda la velada que se celebró en el Sant Jordi Club conducida por segundo año por el showman Àngel Llàcer fue la última película de Maria Ripoll, Rastres de sàndal, basado en el libro de Asha Miró que narra el reencuentro de dos hermanas de Bombay separadas tras ser adoptada una de ellas. De las ocho nominaciones solo consiguió al final una: la de mejor película. Resultado curioso que los 400 miembros de la Academia de Cine Catalán otorgaran uno de los dos máximos galardones de la noche a esta película sin reconocer ningún otro aspecto a los que competía.
REC 4, que optaba a nueve premios solo se llevó dos, todos técnicos (efectos especiales y maquillaje). Mortadelo y Filemón de Javier Fesser fue la mejor película de animación; Gabor, mejor documental; El corredor, mejor cortometraje y la italiana La gran belleza, mejor película europea.
La VII velada del cine catalán arrancó a la hora prevista, por el canal previsto, no como el año pasado que una huelga de TV-3 impidió hacerlo y con las mejores perspectivas posibles. El pasado miércoles se firmó un acuerdo a tres bandas entre el Departamento de Cultura, los productores de PROA y la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) por el que se destinarían 25 millones euros —10 de ellos provenientes de la polémica tasa impuesta a las operadoras de Internet—. Este dinero que se destinará a la producción audiovisual en 2015 fue la mejor alfombra roja para dar la bienvenida a los 1.800 invitados de la noche, entre los que se encontraban las máximas autoridades catalanas, como el presidente de la Generalitat Artur Mas, el consejero de Cultura Ferran Mascarell y el alcalde de Barcelona Xavier Trias. Nadie se acordó anoche de otros momentos amargos en las que la relación entre cine y política no pasaban por su mejor momento: en 2012 los premios acabaron con una sonada bronca de Mascarell que no dudó en asegurar que no le había gustado nada la gala y que le habían hecho un flaco favor a todo el sector del cine catalán.
Llatzer cantó, bailó, se vistió de novia, presentó y dio paso a todos los que subieron al escenario a presentar premios o a recogerlos —que solo tenían 30 segundos para agradecerlo—. El actor y director que no dudó en calificar a Mas y Junqueres del duo Pimpinela, jugó con la actualidad política y cultural del país en todo momento y fue el artífice de una gala menos ágil de lo esperado que duró más de dos horas.
Entre los momentos divertidos cuando Eduardo Fernández —mejor actor secundario por El Niño— se equivocó y agradeció su “goya” y pidió perdón. Los emotivos se vivieron cuando Maria Ripoll mencionó a la ausente Rosa Novell, nombrada este año Académica de Honor, y cuando el director Ventura Pons agradeció en verso su premio honorífico: 25 películas en 50 años.