Mochila, gafas de sol, gorra, ropa ligera, zapatillas cómodas, crema solar, cacao… La estampa es típica. Es la de los festivales musicales de verano, donde hay conciertos y más conciertos, tantos que se cuentan por centenares. En la mayoría de los casos, son al aire libre, pero también pueden realizarse en antiguos teatros. Y, mientras tanto, miles de personas en pandillas, parejas o por su cuenta disfrutan de la música en directo y todo tipo de actividades culturales y gastronómicas. Sin los festivales musicales, el verano no sería lo mismo. Especialmente, en España, un país puntero en la organización de estos eventos multitudinarios, tanto por su creciente número como por la calidad de muchos de ellos.
Tres de los más veteranos son también los de mayor resonancia internacional: el Festival de Benicàssim (FIB), el Sónar y el Primavera Sound. El último de los tres ya se ha celebrado en Barcelona, arrojando unas cifras finales de 175.000 asistentes en cuatro días con más de 200 actuaciones entre las que destacaron las de Patti Smith, Damien Rice, Antony and The Jonhsons, The Replacements, Interpol o Alt-J, pero los otros dos están aún por dar el pistoletazo de salida. “Todos nacimos y nos criamos con el FIB”, asegura Gerardo Cartón, autor del libro Manual del perfecto festivalero. “Es una cita obligada y lógica durante muchos años”, añade. Desde que nació a mediados de los noventa, la ciudad de Benicàssim (Castellón) se vuelca con un festival que se ha convertido en referente absoluto para el público británico, que acude en masa, y que es el único que cuenta con un gentilicio para sus participantes: los fibers. Al camping y la playa, este año se suman las actuaciones de Portishead, Blur, Florence + The Machine o The Prodigy, entre otras muchas que se citan entre el 16 y 20 de julio. El Sónar barcelonés, uno de los más importantes del mundo en música electrónica, cuenta en esta edición, que se celebra entre el 18 y 20 de junio, con The Chemical Brothers, Hot Chip, Duran Duran o Skrillex.
Clima de forofos
El año pasado, más de dos millones y medio de personas asistieron al menos a algún festival. Buena parte de la culpa la tiene que España es un país que goza de un clima propicio para celebrarlos y aprovecha su entorno para ofrecer propuestas con carácter, difíciles de encontrar en otros sitios. Es el caso de La Mar de Músicas, que se celebra del 17 al 25 de julio, y se integra dentro de la ciudad de Cartagena, en Murcia. “Nuestro público preferentemente busca comodidad y disfrutar de los artistas teniéndolos cerca, casi tocándolos, es nuestra seña de identidad. Nuestros escenarios oscilan entre un aforo de 300 localidades como el de La Catedral Antigua, un escenario privilegiado donde se pueden escuchar a músicos como Benjamín Clementine, Owen Pallet, Julia Holter, Toumani Diabaté, Kronos Quartet o Richard Galliano, por citar algunos. Y otros escenarios, como las plazas del centro histórico y dos auditorios, uno el Parque Torres, en una de las colinas de la ciudad, o el recién construido auditorio El Batel, con unos aforos de 2.000 y 1.400, respectivamente. Aunque durante estos tres últimos años hemos añadido un escenario gratuito en el puerto de Cartagena, donde podemos albergar a 10.000 personas, solo lo programamos un día de los nueve que conforman el festival”, explica Francisco Martin Peñas, director de La Mar de Músicas.
También es el caso del Vida Festival, que en el entorno natural de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), entre el 2 y 5 de julio, ofrece a Primal Scream, The War on Drugs o Andrew Bird; Pirineos Sur, que entre el 17 de julio y 2 de agosto lleva a Mark Knopler, Calle 13 o Noa a las verdes comarcas del Valle de Tena y Serrablo, en Huesca, u Oba Festival, entre 7 y 8 de agosto, que en su primer año se convierte en un pequeño oasis a orillas del Sella (coincide con el famoso descenso piragüista) y a los pies de los Picos de Europa, en Cangas de Onís. Es un sitio envidiable para cualquier concierto. Vetusta Morla encabeza esta primera edición, que completan, entre otros, Hugo Le-Loup o La Maravillosa Orquesta del Alcohol.
Algo diferente
“Creemos que un festival siempre tiene que aportar algo especial al visitante, una experiencia global enriquecedora”, explica Juan Carlos de la Fuente Rojas, uno de los directores del Sonorama Ribera, que se ha consolidado como una gran propuesta para la música indie nacional, desde su base en Aranda del Duero (Burgos). Este año, pasan por sus escenarios, entre el 12 y 15 de agosto, artistas como La Habitación Roja, Arizona Baby o Australian Blonde. “Evidentemente la parte de programación artística es básica a la hora de diseñar un festival, pero debe ir acompañada de una producción técnica adecuada, actividades paralelas con capacidad de convocatoria, espacios con encanto, la relación con la gastronomía y cultura propia de la zona. Nosotros hemos forjado una relación muy fuerte el casco histórico de Aranda, mostrando las bodegas subterráneas, el vino Ribera del Duero, el lechazo… Todo esto es una fuerza capaz de competir con la playa”, apunta Rojas.
Otro evento que se muestra en línea similar y con un público creciente es Dcode, que el 12 de septiembre buscará asentarse como el festival más importante de Madrid, en su centro de operaciones de Ciudad Universitaria, con Sam Smith, Crystal Fighters o Izal. Es una cita pensada para el público universitario, como, en parte, lo es el Low Festival, que entre el 24 y 26 de julio convoca en Benidorm a miles de jóvenes que gustan del pop-rock más indie. Foals, The Libertines, L.A. o Grupos de Expertos Sol y Nieve están en su cartel. Y, sobre este mismo concepto, el debut del Granada Sound, que deja atrás el Alhambra Sound y el recinto ferial de Santa Juliana para ubicarse el 18 y 19 de septiembre en la Huerta del Rasillo, con clásicos actuales del indie como Supersubmarina, Izal y Dorian.