No todo pasa, ni todo queda. Al menos en el mundo del arte pasan muchos y quedan unos pocos, entre ellos, Velázquez, Goya y Picasso. Un trío de ases que ejerce una atracción casi insuperable sobre el turista, cultural o no, que recala en Madrid. Sus nombres surgen de manera inmediata entre japoneses, argentinos, mexicanos, estadounidenses y también españoles cuando se les pregunta: ¿Cuál es el principal reclamo para visitar los museos del llamado Paseo del Arte (antes también Milla del Oro), que conformaban originariamente el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen, antes de crecer al cobijo de la sombra que proyectan?
Las Meninas, de Velázquez, las pinturas de Goya (en este caso no se suele especificar la obra) y El Guernica, de Picasso, fueron las respuestas más repetidas entre los turistas que, cumpliendo con su condición, no se dejaron amilanar por el sofocante calor y se internaron la pasada semana (el miércoles) en algunos de los hitos que jalonan el eje formado por los paseos del Prado y Recoletos, desde el Reina Sofía, hasta la Fundación Mapfre y la Biblioteca Nacional, pasando por el Prado, Caixaforum, el Thyssen o CentroCentro (en Cibeles), que un periodista y un fotógrafo de este periódico recorrieron en un día.
“Es verdad que en Tejas hace aún mucho más calor que en Madrid o en Toledo, de donde acabamos de venir, aunque allí no salimos a la calle con este sol. Pero teníamos que enseñar el Prado a nuestros amigos”, comentaba la americana Angelica Pérez, recién llegada de Toledo. A su lado, Lois Birdnell, de Kentucky, asentía y señalaba su objetivo: Velázquez, Goya y Picasso.
Los mismos que una hora antes mencionó la joven japonesa Yuko, cuando accedía al Reina Sofía en compañía de sus padres tras acabar de visitar el Prado. Sin dejar de citarlos, los estudiantes de la Universidad de California, que esperaban su turno bajo la escultura de Lichtenstein, aportaban otros nombres y experiencias. “A mí lo que más me ha impresionado es El Bosco”, decía Bianca Hernández. “A mí lo que más me ha llamado la atención son las cosas y los lugares tan antiguos que hay para ver y cómo se identifica la gente con ellos”, terció Hernán Martínez. “También la mexicana es una cultura antigua pero muy diferente a la española. Por cierto jamás había oído una palabra que aquí se dice mucho, caña, que es como nuestro tequila, ¿no?”, intervino Estefany Cortés. Alguien matizó su comparación atendiendo a la diferencia de grado.
En lo que no difirieron los turistas extranjeros consultados es en el desconocimiento de la existencia del llamado Paseo del Arte, como marca aglutinadora del turismo cultural que impulsa Madrid, como la Isla de los Museos en Berlín. La mayoría va a lo que va, Velázquez, Goya y Picasso. Sobre todo, durante las vacaciones estivales.
“En verano viene un turismo más mochilero y familiar. Para nosotros es temporada baja; muy diferente del turismo de empresas y congresos, más formado, de otoño y primavera, nuestra temporada alta”, señalaba Pablo Sastre, guía en el Prado.
La afluencia al Prado en julio, agosto y septiembre representa un 25% del total anual. Las mayores colas se forman en los horarios gratuitos (de 18 a 20 horas en este centro; de 19 a 21, en el Reina; de 12 a 16 horas los lunes en el Thyssen). Apenas hay ambiente por los paseos de las vías, atestadas de tráfico. Predomina el visitante internacional con un incremento del mercado iberoamericano, indican fuentes del Prado. En el Reina existe un equilibrio entre el público con aumento en agosto.
El abono Paseo del Arte ofrece un acceso conjunto al Prado, al Reina y al Thyssen (25,60 euros, con una rebaja del 20%), pero “es posible que haya muchos visitantes que prefieran sólo visitar dos museos”, especifican las mismas fuentes.
La argentina Mónica Basnaldo aseguraba que primero iba al Prado y luego ya vería si al Reina. “Hace mucho calor y tanta cultura no sienta bien. Mañana mismo me voy a la playa”, comentaba con humor. La mexicana Sara Cohen sí tenía el plan de recorrer bien el Prado y el Reina, pero no el Thyssen, “al menos en este viaje”. Tampoco ella, experta en arte, había oído hablar del Paseo del Arte, reconocía mientras se dirigía a ver con su familia El Guernica. Ninguna otra obra del Reina concitaba tanto interés: ni los tesoros del Museo de Basilea que se exhiben, incluyendo la pieza más cara pagada en una subasta: ¿Cuándo te casarás?, de Gauguin (270 millones de euros).
La impresión es que el Paseo del Arte aún está por hacer como marca. El alemán Thomas Spieker, afincado en la Costa Brava, sí que ha oído hablar de él, pero “no funciona”, opinaba en el vestíbulo del Thyssen, un museo también con una formidable colección, pero que no posee las obras emblemáticas del Prado y el Reina que los identifican. A su lado, el catalán Joan Fibla decía que se acababa de enterar en qué consistía. “En Madrid sí que se conoce”, interrumpía el argentino y vecino madrileño Horacio Urban. “La marca del Prado, de Goya y de El Guernica es muy fuerte. Es muy difícil que coexista con otra. Tanto como promocionar la arquitectura de Barcelona sin Gaudí”, agregó Spieker.