Este Atlético es un Atlético de época, llegue donde llegue. No es episódico que eliminara al campeón de Europa, un Barça en tiempos de gloria al que ya hizo derrapar hace dos cursos, como le birló una Liga y al Madrid una Copa. Basta rebobinar al anteayer para ver de dónde venía este Atlético al que Simeone le ha dado un sello de autor. De alguna manera, el Cholo es a este club lo que en su día fue Johan Cruyff para el Barça, cuando giró su historia. Gente que trasciende a los títulos. Su calado es mucho mayor. Con sus armas, Simeone ha perfilado un equipo de alto voltaje, con un amor propio encomiable, un sacamuelas para cualquiera que explota sus virtudes como pocos. El “simeonismo” ha convertido la parroquia del Manzanares en un acto de fe para unos diocesanos que han resucitado desde los infiernos y pueden creer en lo que quieran creer. Frente a un Barça de fútbol rebajado, en la línea de las últimas semanas, el Atlético primero le ganó y luego le resistió. Los azulgrana primero no se reconocieron y luego, a falta del juego que les encumbró, o de la inspiración de alguna estrella, tiraron de casta, pero la heroica no es lo suyo. Eso es cosa del Atlético, indiscutible vencedor en un partido de mucho voltaje y polémicas arbitrales que, por suerte, nadie subrayó. El ganador se mereció los honores y la semifinal y el Barça supo perder.
14
abr
2016