11
fev
2014

Está todo lleno, está todo caro, no hay lugar para los autos, tampoco hay espacio dentro de los trenes y no hay capacidad ni en las autopistas ni en los puertos para transportar todo aquello que las haciendas producen. La paciencia de la población escasea también.

La infraestructura no consiguió aguantar seis años seguidos de buen crecimiento, seguidos de tres años bastante tristes para la economía. Más allá de la competencia, falta de dinero para construir más.

Para tener más dinero, en términos generales, también es necesario crecer más. Pero la presidenta y sus asesores creen que eso del crecimiento de la economía, del PIB, es sólo habladuría reaccionaria.

“Brasil está ‘sobrevendido’ (‘overbooking’)”, dijo una amiga en una “red social”. Quiere decir que vendieron más pasajes que los que hay en este avión o en este tren. Esto se ve reflejado en la inflación de precios, el mal humor, en el déficit exterior, y en que todo, siempre, está lleno.

Cada dos días se produce una falla o alguna confusión en los trenes de Sao Paulo. Estadísticas (kilometraje promedio transcurrido entre fallas) e ingenieros dicen que el número de problemas se redujo de 2003 hasta por lo menos 2012 (aún no salieron los datos de 2013 ).

Pero, como la red de trenes aumentó, el número absoluto de fallas creció, creando la impresión de que todo empeora. Las personas enojadas y los sindicalistas dicen que eso es sólo una excusa.

Poco se confía en los datos e informes oficiales, dada la autoindulgencia de los gobernantes. Geraldo Alckmin (PSDB) le atribuyó la culpa del alboroto del martes pasado en los trenes de la CPTM a “vándalos”, algo que podría ser cierto, aunque la declaración suscita burla, dada la lentitud en la construcción del metro y en la investigación de los negocios turbios con los trenes.

Dicho esto, el número de pasajeros transportados cada día hábil en São Paulo creció un 57% en el metro y un 109% en los trenes, entre 2004 y 2012, lo que significa un aumento brutal en la demanda.

Sin embargo, como las estadísticas sobre la oferta (asientos, velocidad, etc.) son malas, es difícil conocer la magnitud de la escasez. Sólo se siente.

Los cortes de energía son otro problema. El suministro de energía y el sistema de transmisión mejoraron bastante desde el apagón de 2001. Sin tener en cuenta desastres meteorológicos, parece que no va a faltar energía, aunque la credibilidad de las explicaciones oficiales deja mucho que desear. Dilma Rousseff bromeó con que los rayos pueden causar apagones.

A pesar de la aparente situación de mejoría, los precios “mayoristas” de electricidad están por las nubes y las personas dependen de la energía cara y contaminante de las termoeléctricas.

Es malo con ellas, pero es peor sin, lo que no es un consuelo. La situación está muy ajustada, incluso después de tres años de un crecimiento pobre de la economía. Si el país hubiera crecido a tasas más altas, ¿la falta de luz sería aún peor?

Por otra parte, el mercado de la electricidad, entre otros, está desorganizado debido a las tonterías del gobierno. La cuenta de luz no es más cara sólo porque el gobierno subsidia (paga) el costo extra de las termoeléctricas, mientras se endeuda a intereses altísimos para poder hacerlo.

Los precios “por debajo del costo” estimulan el consumo más allá de lo que sería recomendable, dada la escasez de agua (y, potencialmente, de energía).

Brasil está quedándose sin resto. Realmente está sobrevendido.

Vinicius Torres Freire

Folha de São Paulo

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