04
fev
2014

Tras recorrer los pasillos del Palacio de Bellas Artes, el visitante se topa al final del recorrido con San Lucas como pintor, ante Cristo en la cruz. Francisco de Zurbarán resume en este cuadro toda una vida dedicada a la pintura religiosa y se permite jugar con el espectador al sembrar dudas sobre la identidad del hombre que sostiene la paleta y los pinceles. ¿Se trata de Lucas, patrón de los artistas? Si es así, ¿por qué no hay rastro del halo de santidad? Y si el hombre representa al propio Zurbarán, como algunos sugieren, ¿por qué lleva una túnica propia de los evangelistas?

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“El cuadro es intencionadamente ambiguo. Más que un autorretrato de su fisionomía, estamos ante un retrato de su mundo y de su visión de la pintura”, resume Ignacio Cano, comisario de la exposición sobre el maestro español del Siglo de Oro que se acaba de inaugurar en Bruselas. “Es aquí donde mejor se aprecia la complejidad del artista. Entra en el debate sobre hasta qué punto la pintura puede desvelar lo desconocido”, añade Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación del Museo del Prado.

El Cristo crucificado ante el pintor es solo una de las 50 obras de la muestra que aspira a marcar la imagen que tendrá una generación de Zurbarán. Se trata de la exposición más ambiciosa del pintor después de la que en 1988 se pudo ver en París, Madrid y Nueva York. La selección del maestro del Siglo de Oro español abarca desde sus inicios en Sevilla hasta las obras que pintó antes de su muerte, de la que este año se cumple el 350 aniversario.

El país escogido es una novedad para el extremeño. En Bélgica, ninguna colección, ni pública ni privada, había mostrado hasta ahora obras de Zurbarán. El hombre que con sus pinceles plasmó los ideales de la Contrarreforma se expone ahora en el país que sirve de frontera religiosa entre católicos y protestantes.

Los que hasta el próximo 25 de mayo visiten el palacio bruselense podrán comprobar además la influencia de la pintura flamenca en el barroco español. “Exponer aquí era un desafío. Rubens representa una escuela también barroca pero muy diferente. Sin embargo, tienen en común la fuerza de la imagen, lo simbólico y una misma cultura visual”, explica el comisario.

Basta con recorrer los 55 kilómetros que separan a Bruselas de Gante para comparar el Agnus Dei o Cordero de Dios del español con el políptico de la Adoración del Cordero Místico, la obra maestra que resume la visión del mundo y de la religión de los hermanos Van Eyck. “La atención de Zurbarán a los objetos o a los vestidos bebe de las fuentes de los maestros flamencos, como Van Eyck o Van der Weyden”, explica Cano, antiguo director del Museo de Bellas Artes de Sevilla.

La muestra sorprenderá a los que no conozcan la obra de Zurbarán, pero también guarda alguna novedad para los que ya han visto su obra. En Bruselas se presentan cuatro pinturas desconocidas y algunas obras restauradas que han recuperado su luz original. Entre las novedades, Los desposorios místicos de Santa Catalina de Alejandría, un cuadro que estaba en la casa del pintor cuando murió, probablemente de su colección personal, y que estaba desaparecido desde 1664.

Los responsables del Palacio de Bellas Artes han querido además establecer un vínculo con la cultura española contemporánea. La muestra de Zurbarán se abre y se cierra con dos esculturas de Cristina Iglesias. Y el director catalán Albert Serra ha proyectado en el mismo recinto una selección de sus obras experimentales. El sábado pasado, la filmoteca de Bruselas le dio carta blanca para elegir algunas de sus películas favoritas. Escogió tres cortometrajes, entre los que estaba Simón del desierto, de Luis Buñuel. “Contiene los mejores diálogos de la historia del cine”, avisó Serra antes de su proyección.

El Pais

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