26
fev
2015

Desde el siglo X ha sido iglesia, abadía, lugar de acogida, albergue juvenil y casa de colonias. Santa Cecília de Montserrat, el conjunto monástico más antiguo de la montaña sagrada de Cataluña, ha tenido más vidas que las que se le atribuyen popularmente a un gato. Y no siempre han sido fáciles. En 1811, durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas no dudaron a su paso —o en su huida tras ser derrotados por el tamboriler del Bruc— en arrasar a fuego la iglesia y decapitar, en un acto de iconoclasta brutal, la imagen de la santa patrona. Una talla que fue localizada, no la cabeza, durante los trabajos de restauración que dirigió Josep Puig i Cadafalch a partir de 1927.

El viejo monasterio luce, otra vez, su mejor cara, tras inaugurar los trabajos de rehabilitación que comenzaron en abril de 2014 y que la Diputación de Barcelona ha sufragado con 800.000 euros. Ya está preparado para comenzar una nueva etapa, esta vez como centro de arte que acogerá uno de los conjuntos de arte contemporáneo más destacados de Cataluña y de España: las obras que el artista Sean Scully (Dublín, 1945) ha donado tras realizarlas ex profeso para Santa Cecília. Será a partir del 30 de junio, día del 70 cumpleaños del artista, cuando se inaugure el Espacio de Arte con cuatro o cinco de sus obras.

El abad del monasterio Josep Maria Soler y el presidente de la Diputación Salvador Esteve dieron por acabados ayer los trabajos que ha dirigido el arquitecto Xavier Guitart y que han comportado, entre otras cosas, la localización de los pavimentos —a más de un metro y medio más profundos— y los muros originales del siglo X y los del XII, así como las diferentes ampliaciones que ha sufrido el templo durante estos siglos. “La intervención ha consistido en poner en valor el patrimonio arquitectónico y adaptarlo, con el menor impacto posible, a sus nuevos usos”, explicó el arquitecto que aventura que las pinturas románicas originales se conservan emparedadas entre los muros.

Ayer también pudo verse en una de las paredes laterales una de las pinturas abstractas que ha cedido Scully. Se trata de Holly, una obra (6 x 4 metros) en la que se representan las 14 estaciones del vía crucis y una inscripción en latín, que pintó tras la muerte de su madre. Pronto llegarán Cecilia (2 x 3), inspirada en la Ascensión, un tríptico (4 x 3) y unos murales cilíndricos para el ábside principal del templo, “Unos retablos del siglo XXI”, según el monje y director del museo de Montserrat Josep de C. Laplana. Scully también realizará vidrieras para las ventanas de todo el edificio. Un proyecto que ayer no pudieron explicar con precisión. “Cada vez que viene lo modifica y lo hace crecer continuamente”, explicó Laplana, que tiene al artista de fama internacional como uno de sus amigos. “No es de misa, pero si de una profundidad humana”, confesó.

El nuevo centro contará con una antesala en la que se explicará la historia del conjunto desde su fundación y se mostrarán los objetos recuperados en las excavaciones, las realizadas por Puig i Cadafalch “más extensas de lo que se pensaba”, según Guitart y las últimas. Entre las obras se podrá ver la imagen de Santa Cecília que los franceses napoleónicos no dudaron en decapitar.

Ayer también subió a Santa Cecília Carlos Taché, el galerista barcelonés de Scully —un artista que reside en Nueva York pero tiene taller además en Barcelona y Múnich—. Taché explicó que el artista vendrá en unos meses para supervisar el montaje del resto de obras, tras viajar a China y Shangai donde expondrá. Sobre la intención de donar unas 200 obras a Barcelona que se conoció en 2014, Taché aseguró: “Hay mucha complicidad. Es una oportunidad para Barcelona”. Sin embargo, resaltó que “la decisión final” la tiene el Ayuntamiento. “Le hace mucha ilusión”, remachó Laplana.

El Pais

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