27
dez
2013

El debate crediticio en España se ha centrado durante la crisis en atribuir la falta de préstamos bien al deseo de las entidades de mejorar sus balances reduciendo la concesión de créditos, bien, según los bancos, a la falta de una demanda financiera solvente, con proyectos sólidos y potencialmente rentables. El análisis estadístico parece demostrar que la primera interpretación es la correcta; porque las empresas españolas, sobre todo las más grandes, han aumentado sustancialmente el recurso a los capitales y créditos extranjeros, hasta el punto de que si antes de la crisis los préstamos del exterior suponían poco más del 28% de los totales, cinco años después suponen más del 33%. La financiación exterior ha tomado el relevo de la nacional, aunque con la decisiva salvedad de que las pequeñas y medianas empresas siguen sin tener crédito nacional y, por sus características, no tienen acceso al extranjero.

Es importante encuadrar esta tendencia, causada evidentemente por la mediocre situación de la banca española, en una tendencia persistente —aunque lenta— a reducir la deuda privada. El desapalancamiento de las empresas es imprescindible como parte de la cura de estabilidad de la economía española. Prácticamente desde finales de 2012 las empresas y los hogares están devolviendo más deuda de la que contraen; y ese es el camino que deben seguir los agentes económicos.

Pero cuando se entra a discriminar esa tendencia general se observa que lo importante es el desequilibrio entre banca nacional y préstamos extranjeros. Porque, por más que en estos momentos la banca española recurra a consolidar sus balances acudiendo al BCE y colocando lo prestado en deuda a interés superior, llegará un momento en que deberá retornar al negocio tradicional, que es el de prestar dinero. Ese momento llegará probablemente entre finales de 2014 y principios de 2015, es decir, un año después de que se haya confirmado el fin oficial de la recesión y después de las pruebas de solvencia y stress. Pero en ese momento puede haberse desplazado la demanda de crédito hacia entidades extranjeras, en cuyo caso se producirían de nuevo tensiones de costes para recuperar cuotas de mercado.

En todo caso, el tejido empresarial necesitará siempre financiación capilar que llegue a las empresas más pequeñas. Para ellas, 2014 será probablemente otro año de sequía crediticia y dificultades.

El Pais

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