23
jul
2014

El cambio climático conllevará severas sequías, subidas del nivel del mar y un sinfín de catástrofes por todos conocidas. Pero el aumento de temperatura también implicará otra alteración que, a primera vista, no parece muy perniciosa: la del aroma de las flores. A mayor temperatura, más producción de compuestos orgánicos volátiles de las plantas, aquellas sustancias químicas que desprenden y que determinan tanto la intensidad como la calidad de su olor. Un cambio que además de modificar la fragancia del planeta podría afectar a la polinización de las plantas.

Según las predicciones más optimistas del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), órgano dependiente de la ONU, la temperatura de la tierra podría aumentar en un grado a finales de siglo. Con esta previsión a la baja, las flores llegarían a producir 1,4 veces más de compuestos orgánicos volátiles. Y si las temperaturas llegaran a aumentar hasta cinco grados, el panorama más pesimista planteado por el IPCC, las plantas generarían hasta 9,4 veces más de sustancias aromáticas, según revela un estudio realizado por inves tigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).

No todas las flores reaccionarán igual al cambio de temperaturas. Las que ahora desprenden menos fragancias, como la de la encina, verán aumentar su producción de sustancias fragantes en mayor proporción que aquellas que ya son altamente aromáticas.

Además de este aumento en la producción de sustancias fragantes, algunas plantas también modificarán la composición de su perfume. Y el olor que desprenden las flores es, al fin y al cabo, uno de sus canales de comunicación con otros seres vivos, por lo que los científicos prevén que el nuevo aroma repercutirá en el comportamiento de algunos insectos polinizadores, sus auténticos reproductores.

“Hay polinizadores que confían en mayor grado del aprendizaje constante de las fragancias de las flores de su entorno, mientras que otros se basan en preferencias innatas. Por tanto, se espera que algunos polinizadores puedan adaptarse y responder de forma más dinámica que otros a los cambios en la composición química de los olores”, asegura Josep Peñuelas, investigador del CREAF.

Pañuelas advierte de que en pruebas realizadas se ha observado un mayor índice de fallo en los insectos cuando el aroma de la flor cambia, lo que pondría en peligro la reproducción de estas especies. Pero no todo son malas noticias para las plantas. Aquellas que aumenten la intensidad pero no modifiquen la calidad de su fragancia conseguirán estimular más a los polinizadores.

El PAis

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