Salvador es una ciudad tan rítmica y musical que, en una reciente visita, evité sus postales – desde el Mercado Modelo hasta la Iglesia de Bonfim – y opté por sumergirme en la búsqueda de sonidos de percusión.
La mayoría de ellos emana del Pelourinho, el centro histórico de la ciudad, en donde ensayan los “blocos” afros y carnavalescos. Esos ensayos se realizan en escenarios de grandes patios internos, cubiertos con lonas, de los que participan más de 1000 personas.
En una tarde de domingo, mi primera parada fue en el ensayo del “afoxé” (una vertiente carnavalesca del candomblé) de Hijos de Gandhy. Los miembros del grupo intercambiaban “atabaques” (tambores cilíndricos) y agogos, que marcan el ritmo, llamado ijexá, una percusión suave y rítmica. Sus canciones son himnos de paz y de fe, como es de esperar de un grupo que lleva el nombre del líder hindú.
+Luego fui al ensayo del “bloco” afro Olodum, en el Pelourinho, apretándome entre un público de 1500 personas. Este grupo toca samba-reggae, una mezcla de samba y reggae jamaicano, cuyo ritmo es dictado por tambores de grandes dimensiones.
Los martes por la noche, los ensayes de Olodum incluyen instrumentos musicales de viento, que dejan sus sonidos más armoniosos y bailable.
Con el ritmo de Olodum todavía resonando en mis oídos, me fui a anfiteatro Concha Acústica, un punto musical en el barrio de Campo Grande. Allí, la Orkestra Rumpilezz, con tambores mixtos e instrumentos de viento en formato “big band”, crea un sonido de raíces africanas y del jazz.
Lenine y Margareth Menezes eran sus vocalistas invitados. Después de eso, fue el BaianaSystem. La guitarra bahiana (imagine una mandolina eléctrica), bajo, batería y cantante de esta banda frevos con música jamaicana.
El diálogo que la banda creó con su DJ, operando un sistema de sonido psicodélico, hizo que un público de 8000 personas bailara frenéticamente.
A pesar de mis oídos y mis pies estaban agotados, me arrastré a escuchar a Timbalada, la banda fundada por Carlinhos Brown, que tocaba en un gran patio al aire libre, con muros altos, en el barrio del Comercio.
Los timbales de la banda estaban acompañados de instrumentos de viento y voces. El sonido era una mezcla ecléctica de axé, samba y reinterpretaciones de éxitos de la MPB.
Fue tan emocionante que la audiencia de 2000 personas bailó en éxtasis, sobre todo cuando Carlinhos Brown hizo una participación.
El lunes por la noche, ya recuperado de la maratón el domingo, volví al Pelourinho para el ensayo del grupo Cortejo Afro. La banda combina ritmos africanos con ritmos electrónicos.
Cómo Olodum, las letras de sus canciones alaban los valores de los negros, y, como Timbalada, sus reinterpretaciones de éxitos de la MPB pusieron a bailar a una audiencia de casi mil personas.
Hay ensayos casi todas las noches de la semana en el Pelourinho, en los tres meses previos al Carnaval. Pero, para cambiar el sonido, la noche del martes escuché a Gerónimo y a su banda tocar en un escenario montado al pie de las escaleras de una iglesia en el mismo barrio.
Gerónimo canta canciones que él mismo compone con ritmos suaves, influencias afro-caribeñas y letras sobre el orgullo negro.
Por lo general, atrae a 2000 personas. Pero esa noche, bajo la llovizna pesada, éramos sólo 350 que disfrutamos de su música relajante. Para mí, Gerónimo fue el antídoto perfecto para todos los tambores que había oído en mi vida.
Para aquellos que disfrutan del Carnaval, el mejor momento es ahora: además de shows, hay ensayos de “blocos”.