23
jul
2014

Con traje negro y actitud comedida, James Rodríguez bajaba ayer las escaleras del palco de honor del Santiago Bernabéu. Más de 30.000 personas coreaban su nombre. Fuera, cientos de personas buscaban la forma de entrar al estadio.

Se ha escrito sobre James que en su adolescencia tuvo problemas de tartamudez. Puede que por eso el mediapunta de 23 años redujera sus primeras palabras como jugador del Madrid a la mínima expresión, ante la gran multitud blanca y amarilla que le aclamaba. “Quiero dar muchas alegrías y ganar muchos títulos con el Real Madrid. Hala Madrid”, dijo apoyado en el atril, y ante la mirada de su mujer, el presidente del Madrid, Florentino Pérez, y el embajador de Colombia en España, Fernando Carrillo. James Rodríguez ya es el dueño del 10 del Madrid para las próximas seis temporadas, tras haber dejado en las arcas del Mónaco unos 75 millones de euros.

“Ahora es el no va más”, grita entre la muchedumbre una mujer colombiana que lleva tres entradas en una mano mientras tira de un niño con la otra. El calor no aplaca a la masa que inunda los aledaños del Bernabéu. Falta media hora para que empiece el acto y ya comienza a oírse el mensaje de que no quedan entradas. Varios aficionados tiran desde una de las torres varios boletos que le sobran mientras otros suplican, sin éxito, desde abajo, el vuelo de otro billete. Empiezan los pitos entre las miles de personas que no pueden entrar. “Es que vine solo una hora antes, muy tarde”, se lamenta un aficionado con la camiseta de la selección cafetera.

Esos pitos de frustración se convirtieron rápidamente en pitos de ánimos en el interior del estadio. El colombiano estaba llamado a ser el fichaje galáctico del Madrid para esta temporada. Sobre todo después de haberse convertido en la gran estrella del Mundial, del que fue máximo goleador. Una cita a la que no le gusta faltar al equipo blanco, que engrasa así anualmente la mercadotecnia de la plantilla y refuerza con talento su arsenal futbolístico. “Soñé con estar aquí. Luché y sufrí mucho”, explicó luego el colombiano en rueda prensa. “Tengo talento para jugar en este club”, abundó.

En el campo, el colombiano se dedicó a regalar balones, con la mano o con el pie, a una gradería entregada. Dos espontáneos saltaron al campo para estar cerca de su ídolo. Al primero, tras una carrera detrás de miembros de la seguridad del estadio, James respondió con un abrazo.

Poco después, ya en rueda de prensa y escoltado por Butragueño, director de Relaciones Institucionales del club, James aseguró estar preparado “mental y físicamente” para el reto de jugar en el Real Madrid. Y le restó importancia al número que llevará en su dorsal, huérfano desde que Özil, otro fichaje que llegó a Chamartín por la puerta del Mundial, hiciera las maletas rumbo a Londres. “En este club podría jugar hasta con el número 100”, bromeó.

Tampoco quiso entrar en si su llegada podría significar la salida de otros jugadores. Y Butragueño echó balones fuera. “Hoy es el día de James. Todo lo demás es secundario. Los otros asuntos, por respeto a él, no son de hoy”, argumentó. Habrá que esperar para conocer el futuro de Di María, pretendido por el PSG, e Isco, que con la competencia del curso pasado ya contaba con pocos minutos.

Antes, y como en todas las presentaciones, el club mostró un vídeo con los mejores momentos de la carrera del jugador. Se le pudo ver con la camiseta de la selección colombiana, dando vueltas sobre sí mismos con los brazos abiertos, ante la inmensidad del estadio Arena Pantanal, en Cuiabá, después marcar con el exterior un precioso gol ante Japón. También con la camiseta del Banfield, argentino, donde debutó con 16 años y donde solo uno después se convirtió en el extranjero más joven en marcar un gol en el fútbol argentino. Y luego la etapa europea. En el Oporto, al que se incorporó en 2010, y donde dejó 31 goles en tres temporadas.

Esa temporada le valió para despertar el interés del Mónaco, que pagó 45 millones por él. En el conjunto monegasco jugó 2.637 minutos en 34 partidos, metió nueve goles y dio 12 asistencias, el que más en la Ligue 1.

El Pais

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