09
jun
2015

Antes de crear una obra, Joan Miró (Barcelona, 1893-Palma de Mallorca, 1983) necesitaba crear un mundo. Lo hacía de la mano del azar, apropiándose de objetos que le salían al paso en el campo, en la playa o en la propia casa, donde un día miraba algo cotidiano con otros ojos y lo incorporaba a su universo. Lo mismo se adueñaba de las raíces de un árbol que de un salero de Air France, de una marioneta del Rastro o del alfiletero de Pilar Juncosa, su esposa. “De repente desaparecían las cosas y las encontrabas tiempo después en el estudio. Las cogía sin pedir permiso porque de pronto ese objeto era algo sacrosanto, chamánico”, recuerda Joan Punyet Miró, nieto del artista.

Con ellos construía el mundo que le arroparía en su viaje creativo hacia algo nuevo. “Son objetos que reúne fruto de una necesidad espiritual. Era incapaz de trabajar sin haber creado una atmósfera. Esos objetos encontrados al azar, que es una herencia surrealista, sumado a la interpretación de los sueños, a la escritura automática, a la influencia de la música contemporánea y la poesía surrealista hace que emerjan personajes que surgen de esa atmósfera”.

Unos 300 objetos de ese mundo han posado para Jean Marie del Moral (Montoire, Francia, 1952). No como cosas inertes. Del Moral ha buscado en ellos el espíritu miró, el elemento que en su día debió atrapar el interés del artista: unos ojos, un color, una forma, un pequeño agrandado o un grande empequeñecido… Todos ellos están en El ojo de Miró, el libro editado por La Fábrica y las fundaciones Miró de Mallorca y Barcelona con una intencionada falta de información sobre las cosas —carecen de pie descriptivo— para forzar la observación sobre la forma y con un texto de Joan Punyet Miró.

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“No he querido hacer reproducciones de objetos, he intentado adaptarme a la mirada de Miró”, sostiene el fotógrafo. Durante un año, cada lunes —cuando cierra la fundación mallorquina—, Del Moral retrató una selección de ese gabinete íntimo de posesiones, que llegó a sumar los 800 objetos. Básicamente están dónde él, incapaz de deshacerse de ellos cuando ya habían cumplido el ritual creativo, los dejó.
Deseo cumplido

El libro nació gracias al impulso de Joan Punyet Miró y Jean Marie del Moral. Ambos ignoraban que estaban cumpliendo uno de los deseos expresados por Miró en 1941. Y difícilmente se habría materializado sin el chispazo que se dio entre el artista y el fotógrafo en 1978. Del Moral era un joven reportero de L’Humanité, enviado para retratar a artistas e intelectuales españoles. Barcelona hervía en aquellos primeros años sin Franco. Se encuentran en el Teatro del Liceo, tras una representación de Morí el Merme, otro signo del compromiso político del artista (que pinta máscaras y personajes de la obra). La función se cierra con 45 minutos de aplausos. Miró saluda emocionado desde el escenario.

Tras ese momento mágico, conoce al joven reportero, al que invitará rápidamente a visitarle en Mallorca. Obviamente a Miró le gustó mucho aquel joven, hijo de exiliados republicanos. Pero a Del Moral le cambió la vida profesional, le suscitó una infinita curiosidad por los artistas y sus mundos. “No hay un día de mi vida en que no piense en Miró”, asegura el fotógrafo. “Su postura sigue siendo muy moderna y vanguardista. Fue un resistente. Miró y Picasso nos ayudaron a sobrevivir a los exiliados españoles. Te daban cosas que te hacían mejor”.

El Pais

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