Por segunda vez consecutiva, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, volvió a tender esta semana la mano a los manifestantes. La primera vez fue el martes por la mañana cuando, tras 12 días de silencio, declaró que había escuchado las voces de la calle. Esa misma tarde voló hacia São Paulo y se reunió con el expresidente Lula da Silva y con el alcalde de la ciudad, Fernando Haddad, también del Partido de los Trabajadores. El miércoles, Haddad anunció la retirada de las subidas en el transporte, el principal reclamo de los manifestantes. Pero eso no bastó para aplacar las voces de la calle.
Al día siguiente se produjo la mayor protesta que ha vivido el país en dos décadas, con más de un millón de personas en las calles. Hubo intentos de asalto a los palacios y ministerios del Gobierno. Las reivindicaciones ya ocupaban toda la gama que se pueda encontrar entre la derecha y la izquierda. Y al Movimiento del Pase Libre, que había convocado todas las manifestaciones, no le hacía gracia ver tantos reclamos conservadores. Así que anunció la suspensión de sus convocatorias. Pero las manifestaciones continuaron el viernes en más de 40 ciudades. Contra la corrupción, contra los proyectos de ley que atentan a los derechos de los homosexuales, contra los gastos por el Mundial… Las principales vías de São Paulo y Río quedaron bloqueadas por miles de manifestantes. Se produjeron también algunos saqueos en Río.
Y en ese contexto, más de 24 horas después de la gigantesca protesta, Rousseff se dirigió a la nación el viernes a las nueve de la noche mediante un mensaje grabado y emitido en todas las cadenas de radio y televisión. Anunció que iba a convocar a los gobernadores y a los alcaldes de las principales ciudades para negociar un gran pacto de servicios públicos. Prometió también que recibiría a los líderes de los movimientos pacíficos, a los representantes de las organizaciones de jóvenes, de las entidades sindicales y de las asociaciones populares.
Rousseff prometió elaborar en ese pacto un plan nacional de movilidad que privilegie el transporte colectivo. Además, pretende destinar el 100% de los recursos del petróleo a la educación y aseguró que traería de inmediato a miles de médicos desde el extranjero. En definitiva: transporte, educación y salud, parte de los principales mensajes que se oyeron en las calles.
La presidenta volvió a elogiar a los manifestantes. “Necesitamos sus contribuciones, reflexiones y experiencias; su energía y creatividad, su apuesta por el futuro y su capacidad para cuestionar los errores del pasado y del presente, insistió en que había aprendido importantes lecciones de ellos y reconoció: “Es preciso oxigenar nuestro viejo sistema político”. Recordó que quienes salieron a la calle tienen derecho “a la libertad de criticar y cuestionar todo. Pero de forma pacífica. (…) Soy la presidenta de todos los brasileños, los que se manifiestan y los que no se manifiestan”.
El mensaje fue preparado junto al asesor electoral de Lula y Rousseff, João Santana. Y la mano del asesor parecía notarse con mucha claridad cuando la presidenta hizo una sutil alusión a su pasada como luchadora contra la dictadura y víctima torturada. “Mi generación luchó mucho para que la voz de las calles fuese escuchada. Muchos fueron perseguidos, torturados y murieron por eso”.
Todo su discurso giró en ese sentido: elogios para los manifestantes pacíficos y advertencia clara hacia las minorías violentas que “no pueden manchar un movimiento pacífico y democrático”. Asumió que tiene la obligación de escuchar la voz de las calles, pero también de mantener el orden.
También se refirió al Mundial de 2014, cuya gestión ha sido duramente criticada en las movilizaciones. Rousseff apeló a la hospitalidad del pueblo brasileño. Recordó que Brasil es el único país del mundo que participó en todos los mundiales de fútbol y que fue cinco veces campeón mundial. “Precisamos dar a nuestros pueblos hermanos la misma acogida generosa que recibimos de ellos”.
El mensaje llegó el mismo día en que se conoció los datos de una encuesta publicada por Dataholha. En ella el 55% de los habitantes de São Paulo consideran “mala” o “pésima” la reacción de Rousseff frente a las protestas que han sacudido todo el país. El 27% calificaron su actuación como regular y sólo el 15% la consideran óptima. En la encuesta anterior, efectuada el martes 18 de junio, los que desaprobaban su gestión de la crisis eran el 49% de los encuestados frente al 55% del viernes.
FRANCISCO PEREGIL
Fonte: El País