El camino por donde iba y venía el mundo
La ruta de Toledo a Murcia era una de las principales de la época de Cervantes, y el Quijote. La Mancha era, entonces, un cruce de caminos de medio mundo, por donde entraba y salía el progreso y se conseguía de todo, incluidos libros de caballería que de tanto ser leídos un día pudieron enloquecer a un tal Alonso Quijano, según escribió Miguel de Cervantes Saavedra, en ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha’, en 1604 y 1615. La biografía de esa ruta fue la que empezaron a estudiar Isabel Sánchez Duque (arqueóloga) y Francisco Javier Escudero (archivero), hasta que se toparon con documentos del Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, que dan pistas sobre personas, episodios y lugares en los que podría haberse inspirado el escritor para su obra cumbre.Según los investigadores el lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiso acordarse podría ser Pedro Muñoz, Miguel Esteban o El Toboso.
Un Quijada, ¿don Quijote?, en Quintanar de la orden
Los dos investigadores señalan que en Quintanar de la Orden vivió Rodrigo Quijada, tenía un escudero, había comprado su hidalguía y era el temido procurador de Quintanar de la Orden, capital administrativa de la zona, con la facultad de impartir justicia. Sería uno de los personajes que habrían inspirado a Cervantas para don Quijote. Lo que se conserva del rollo de justicia que tenía el pueblo es su capitel labrado, de casi tres metros de altura, con unos hierros en forma de serpiente en lo alto donde se exhibía al reo. Allí llegaron las denuncias contra Francisco de Acuña por intentar matar a Pedro de Villaseñor, en Miguel Esteban, en 1581, y amedrentar a los lugareños a la usanza del Quijote.
Acuña ¿Otro Quijote?
En Miguel Esteban vivía Francisco de Acuña, hidalgo y procurador de El Toboso, que, vestido a lo Quijote, intentó matar a lanzazos a Pedro de Villaseñor por las calles del pueblo y el campo. Así está registrado en un proceso judicial de 1581, junto a otro por amedrentar a la gente vestido a la usanza caballeresca. Acuña y Villaseñor vivían detrás de la iglesia de San Andrés Apóstol. Era una calle ancha pero ha quedado convertida en una callejuela porque desde hace cuatro siglos la iglesia ha ido añadiendo cuerpos a su construcción. ¿Es Miguel Esteban el lugar del amañado olvido?
Cervantes y la historia de un caballero amedrentador
Por estos campos entre Miguel Esteban y El Toboso, antes boscosos y con más molinos, el procurador Acuña, vestido con armadura, lanza y otros elementos de caballería, sacó corriendo al hidalgo Pedro de Villaseñor, con el ánimo de quitarle el poder que su familia tenía en la zona desde hacía varias décadas. Los Villaseñor eran conocidos de Miguel de Cervantes y ellos pudieron haberle contado al escritor esa historia.
El portazgo de El Toboso
Parte de la puerta de entrada a El Toboso se conserva. El portazgo tiene forma de ojiva, de unos tres metros de alto, hecho de arenisca. Esa puerta fortificada ya no se ve. Lo que se conserva de ella forma parte de una vivienda de la calle Calderón de la Barca. Es un arco tapiado y con una puerta de madera en el centro. Dentro, un patio que conserva parte de la torre, la garita, con las marcas de cantero borrosas por el tiempo, y un trozo de la muralla de la ciudad.
Entrada al mundo cervantino
La arqueóloga Isabel Sánchez, una de las investigadoras junto a Francisco Javier Escudero, en lo que queda del antiguo portazgo de El Toboso.
El lugar de la dueña de su corazón
Dulcinea, la dueña del corazón de Don Quijote, era de El Toboso. Una escultura de metal de ella y del Caballero de la Triste Figura rendido a sus pies preside la plaza del pueblo. ¿Es El Toboso el lugar que no quiso mencionar Cervantes?
Una casa de la época
Al lado de la iglesia de El Toboso, la misma con la cual topó Don Quijote, se conserva una de las pocas casas de la época, como la del Caballero del verde gabán, de tres plantas: la primera con base de piedra y presidida por un portalón de madera; en la segunda, dos balcones con barandilla de hierro; y, en la tercera planta, cuatro ventanas en forma de ojiva. Desde allí se veía la plaza y el trajín de un pueblo antes famoso por sus tinajas.
El verde que ha sobrevivido
Los bosques de La Mancha, como aquel donde el Caballero de la Triste Figura esperó a Sancho Panza, vio a Dulcinea o donde advirtió que se escondían los peligros, desaparecieron cuando el nuevo Reino creció al otro lado del Atlántico y se necesitaron maderas y cultivos de trigo, por ejemplo, para alimentar a la población. Tras la deforestación quedan unas pocas encinas y arbustos.
De los bosques a los viñedos
Tras la deforestación de La Mancha, que cambió bosques y cultivos variados para sacar madera y alimentar al nuevo Reino, el paisaje dominante hoy es el de los viñedos, justo ahora tras la cosecha y poda que dará sus frutos a mediados del próximo año.
Las ruinas de la venta
Cerca de la laguna de Manjavacas, en Mota del Cuervo, están los restos de lo que pudo ser la venta donde se armó caballero Alonso Quijano, porque según los estudios era la única grande con características a la que describe Cervantes. Está en un camino perdido, donde esa tierra rojiza manchega está revuelta de escombros que guardan aún piedras y adobe de la construcción. Hay un olivo solitario y un pequeño pozo cubierto por sus hojas, el cual habría estado junto a la pila desaparecida donde don Quijote veló sus armas.
Las huellas de los gigantes
En la segunda, ya con Sancho Panza, el Caballero de la triste figura vagó por los campos y tras subir por una loma descubrió casi cuarenta molinos de viento que creyó gigantes desaforados contra los que luchó. Aguardan en lo alto de Campo de Criptana, el único lugar en el que se han puesto de acuerdo historiadores e investigadores como escenario sin nombre oficial. Sobreviven nueve de esos gigantes. Sus largos brazos, en forma de cuatro aspas, miran al norte. Desde allí se divisa toda la región.