05
nov
2013

Brasil es hoy uno de los países más avanzados en la defensa de los derechos de los animales. Una legislación muy severa al respecto castiga, con varios años de cárcel, a quién martirice a un animal.

En ciudades como São Paulo, la legislación municipal es muy avanzada en la relación entre humanos y animales de compañía. Existe, por ejemplo, un hospital moderno dedicado exclusivamente a atender a perros y gatos de familias pobres. Existen hospitales móviles que recorren la ciudad atendiendo a nuestros animales de compañía y las familias que lo deseen pueden sepultar en la tumba de familia a sus animales.

Sin embargo, en el uso de animales vivos para experimentos científicos, Brasil está atrasado en relación, por ejemplo, con los Estados Unidos o con Canadá donde prácticamente las facultades de medicina han dejado de usar animales vivos para sus experimentos y usan métodos alternativos.

El caso reciente de un grupo de ambientalistas y defensores de animales que liberaron a 178 perros de la raza beagle en el Instituto Royal de São Paulo creó una polémica nacional sobre la necesidad o no de usar animales vivos para experimentos en el campo de la medicina y de la cosmética.

Los favorables alegaban que sin dichos experimentos hoy no tendrìamos, por ejemplo, vacunas que salvan a millones de personas. Los contrarios, entre ellos médicos y veterinarios, alegaban que existen alternativas al uso de animales a pesar de que puedan resultar aún más caros.

Gracias a esa polémica, la discusión ha entrado en las facultades de medicina muchas de las cuales han anunciado que se preparan para ofrecer a los alumnos alternativas como maniquíes o experimentos in vitro o con células humanas en vez de verse obligados a martirizar a animales vivos, algo que los mismos estudiantes de medicina empiezan a rechazar.

Las Universidades que desean deshacerse de las viejas prácticas de torturar a animales para sus experimentos, se acogen a la ley 9.605 de 1998 que establece que “la experiencia dolorosa o cruel con animales vivos, aunque sea usada para fines didácticos o científicos”, es crimen cuando existen recursos alternativos a dicha crueldad.

Karen Abrâo, directora de la Esuela de Ciencias de la Salud de la Anhembi Morumbi, donde desde 2008 fue excluido en la facultad de medicina el uso de animales, explica: “El padrón internacional de enseñanza va en esa dirección. Para replicar un experimento cuyo resultado ya se conoce, el uso de animales vivos es desnecesario”.

También la Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS) abolió en 2007 el uso de animales vivos en medicina, después de una movilización de los alumnos.

Hoy, según varios especialistas, existen ya recursos alternativos al uso de animales en los experimentos. Lo que ocurre es que dicho uso supone un coste menor y además pesa una vieja tradición que acaba arrastrándose por inercia.

El Consejo Federal de Medicina de Brasil aún no ha discutido en plenario el asunto, pero todo indica que la tendencia del mismo se inclina, dada la gran reacción de la opinión pública a través de las redes sociales, a abolir en todo Brasil el uso de animales vivos en experimentos médico-cientìficos.

Es un paso más en la modernidad de un país que pretende contar cada vez con mayor peso en el contienente y más allá.

El Pais

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