07
maio
2014

Con 85 años, diseñando sombreros para Lady Gaga o joyas para Tiffany’s al tiempo que reinventa la capacidad expresiva de los rascacielos, Frank Gehry (Toronto, 1929) es el icono de la arquitectura icónica. Premiarlo implica valorar esta disciplina como él mismo siempre la ha defendido: como un arte por encima de cualquier otra implicación o consecuencia. En ese sentido la decisión del jurado del Príncipe de Asturias de las Artes es o valiente o inconsciente. Perpetuando el reconocimiento al componente plástico -por encima de valores sociales o económicos- contrasta con la línea actual de la arquitectura que busca contactar con la sociedad transformándose en una disciplina más necesaria que visual.

Con todo, el talentoso autor del Museo Guggenheim de Bilbao (1997) -posiblemente su mejor trabajo aunque la crítica norteamericana se inclina por el posterior Auditorio Disney de Los Angeles (2003)- es hoy, indiscutiblemente, una marca. Amigo de cantantes y actores y convertido en “el arquitecto más importante de nuestro tiempo”, según la revista Vanity Fair -que la web Gehry Tecnologies cita como referencia- el canadiense ha llegado a ser un personaje de los Simpson (un arquitecto que veía como su auditorio se convertía en prisión) y es conocido, y celebrado, por el gran público, algo insólito para los arquitectos vivos.

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